Es común que al escuchar la palabra: biopsia nos asustemos y pensemos que tenemos cáncer. ¿Es eso posible? En una biopsia se toma muestra de tejido, de órgano o de algún líquido del cuerpo, para analizar las características de las células que los componen y saber si son normales; o en el caso de existir variaciones en ellas, ver a qué corresponden.

Algunas biopsias involucran la remoción de una cantidad pequeña de tejido con una aguja mientras otras involucran la remoción quirúrgica de un bulto entero, o nódulo, que es sospechoso.

¿Para qué sirven?

No siempre están relacionadas con el cáncer, incluso, la mayoría de ellas son para confirmar males benignos como inflamaciones, hacer seguimiento a tratamientos e identificar con exactitud enfermedades –no tumorales– difíciles de clasificar con los métodos convencionales.

Dicho en otras palabras, pueden ayudar a identificar otras condiciones tales como infecciones y desórdenes autoinmunes e inflamatorios. También se las pueden realizar para compatibilizar tejidos antes de un trasplante y para buscar señales del rechazo de un órgano luego del trasplante.

Todo se basa en que las enfermedades tienen formas fijas en las células cuando se observan en el microscopio y el objetivo son diagnósticos exactos.

Así que si alguna vez tu cirujano general o tu especialista, te dice que necesitas una no pienses mal y hazla en el menor tiempo posible.